Te veo a las seis

mi amor, era miércoles y me preguntaba con insistencia qué significaba la realidad. luego de una mañana ajetreada con esa pregunta, me regalé una hora en manhattan. me dije muy para mis adentros: "hazlo. no tiene nada de malo estar sola aquí. anda. entra." y así fue cómo me convencí de entrar al café orión de la segunda avenida. y qué mejor ejemplo de la realidad que ese: vivir sólo por vivir y no por buscarle tanto significado a las cosas, vivir en el presente y no en mi mente. 


me recibió un mesero gentil y de El Salvador. en un cerrar y abrir de ojos me transporté a las sensaciones que me provocaba el viejo san juan en los diferentes cafés que visitaba. me sentí atenta. me sentí feliz. y me sentí acompañada del mundo. el mesero me preguntó que cómo iba mi día. luego, le escuché a lo lejos mientras bromeaba con otro cliente al decirle que la cuenta eran: "six hundred and forty nine dollars, sir". después noté que la mesa a mi derecha estaba adornada con un típico newyorkino: con su chaqueta crema, su maletín de trabajo marrón y su rostro con el adorno de unos lentes redondos. 

tic toc 
tic toc 

noté entonces al mesero que muy sonriente volvió a mi mesa para preguntar por mi orden. acto seguido, me preguntó que de dónde era yo y yo con un orgullo patrio dije muy en alto: "puertorriqueña". 

el mesero se detuvo; algo en él se paralizó. 

dijo entonces: "las boricuas son mujeres muy buenas. yo me casé con una puertorriqueña en el 1986. era de manatí. fue mi primera esposa. pero falleció. ella era una boricua bomba." 

qué momento tan sublime compartí con ese mesero salvadoreño sólo por haber tomado la decisión de entrar al café orión de la segunda avenida. eso es la realidad. así de fácil y accesible, ¿la notas?

te veo a las seis, mi amor.

yésica isabel
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