Hace tiempo, en un fuego, perdí un tocadiscos de vinilos.

Hace tiempo, en un fuego, perdí un tocadiscos de vinilos.  Era azul celeste y estaba lleno de promesas y nubes.  Sonaba de todo hasta que ya no sonó a nada.  Anoche, siendo ya un marzo tranquilo, luego de años deseando un nuevo encuentro con ese tipo de música que sólo nace de la falta de apuro de un vinilo, se hizo realidad ese pequeño sueño:

Dejar que el tomacorriente reciba el beso francés de las espigas metálicas del enchufe. 

Que la electricidad llegue entonces a la ruedita que hace girar al vinilo. 

Colocar la aguja en su sitio tentativo y mover la palanquita que mansamente hace que se acerque al vinilo, acariciándolo repetitivamente a través del girar de cada canción. 

Lo sé.  Sé que el mundo, ya no sólo el pasado del propio, está en fuego.  Por eso se detiene la realidad cuando reflexiono sobre este tocadiscos que acabo de poner en movimiento.  Voy escuchando primero al polvo que viene a ser lo más poético en anticipación a la canción; ese espacio en blanco puesto a propósito en el vinilo para el descanso entre las melodías tiene polvo de años de espera.  Es un sonido tan soothing. Y ahora ya escucho la voz estruendosamente melosa de Mercedes Sosa cantando de la tierra y la lucha.  Y ya está, eso es suficiente.  Se enciende de pronto mi pequeña gran revolución, mi propio circuito eléctrico, a través de la palabra que es el medio más próximo que tengo para construir las columnas de mi voz. 

Existe tanto que no conozco y, sin embargo, junto al privilegio de la calma que me viste hoy, reconozco que no tengo que saberlo todo o resolverlo todo o poder apalabrarlo todo para sentir o acompañar tanto a mi alma como a las almas de otros.  Por eso escribo, porque ya no es suficiente sólo pensar.  La vida es muy urgente como para amurallar a los sentires.  Y sí, del silencio es que surgen las ideas, no hay nada malo en él.  Pero qué delicia también crear a la realidad con cada letra, con cada golpe a este teclado que sirve para espantar todo aquello que no es real.  Ojalá y siempre. 

 

 Con amor,

Y. Isabel

4 de marzo de 2022 

Foto y Texto