Mirar, un conjuro

He escrito sobre esto desde tantas vidas y, sin embargo, nunca de esta forma. 


Sí. 

Nueva York es un océano. 

Y me lo recuerda Google, y, a veces, pocas veces, la ciudad que llevo en la cartera para mirar en días monocromáticos, tú sabes... yo creo que sabes de los días que hablo. 

Sí. 

Esos días en los que, en mi caso, los confines de esta isla bella y única me preguntan por los próximos pasos a seguir. 

Esta isla, la isla de la que hablo, no es Manhattan. Es, en cambio, San Juan. La isla más bella de mi memoria en la que aprendo a enamorarme de puntos suspensivos, borradores, libros a medio terminar, personas a medio terminar. 

Lo sé. San Juan no es una isla, pero la libertad me permite convertirla en tal. La isla de San Juan, en femenino, como madre, como azúcar, con todo y sus confines. 

...

Fin es decir que hoy pienso en ambas, en la isla ciudad de Nueva York y en la isla ciudad de San Juan. En específico, pienso en un bolsillo de tiempo pre-todo, en el que la musa irrumpió a mis ojos y me hizo tomar un tren que atravesó la ciudad desde Wasshington Heights (casi casi Nueva Jersey) hasta dar en Williamsburg. Ya allí, en esas calles sin tiempo, caminé junto a ella, mi musa, y mi hermosa soledad hasta el Café Colette. 

Entrar significó un embrujo.

Mirar, un conjuro.

La musa me quiso hacer ver la realidad.

{Haz como el árbol seco: reverdece
y como el germen enterrado: late.

Resurge, alienta, grita, anda, combate,
vibra, ondula, retruena, resplandece…
Haz como el río con la lluvia: ¡crece!
Y como el mar contra la roca: ¡bate!

De la tormenta al iracundo empuje,
no has de balar, como el cordero triste,
sino rugir, como la fiera ruge.

¡Levántate! ¡revuélvete! ¡resiste!
Haz como el toro acorralado: ¡muge!
O como el toro que no muge: ¡¡embiste!!}

¡Qué cosa tan mágica! 

¿Cómo iría a parar José de Diego en el #79 de la Berry Street?

Con amor,

Yésica Isabel❤️