La historia del mueble de Marshalls que siempre quise pero que nunca necesité

 Yo andaba tranquila.  En lo mío.  Llevando sin esfuerzo mi bolsa de ropa sucia al laundry.  Fue entonces cuando se me reveló la imagen de mi autonomía.  Un hombre extraño llevaba, también sin esfuerzo, el mueble de Marshalls que siempre quise pero que nunca necesité.  Para ser exacta, lo sostenía con un solo brazo mientras caminaba al otro lado de la calle, en direccion contraria.  Suspiré tan profundamente al verlo que el recuerdo del momento viene a mí siempre en cámara lenta porque así fue como se sintió el vivirlo.  Como si al hombre lo iluminara una luz cegadora desde el cielo y a la vez le salieran rayos desde su esbelta silueta, como si fuera en realidad una revelación.   

Al parecer el hombre no era el dueño del mueble.  Una mujer y su hija pequeña le daban las gracias por el favor que él les hacía.  En ese justo momento se me descuajó la imagen de la frustración y llegó la fuerza de la autonomía (o, lo que es lo mismo, una sensación de revelación).  Me cubrió con un manto de luz, como si de repente fuera a mí que me salieran rayos de luz.  Entonces vine a entender que, tal como me dijo Álvarez Miguel, hay momentos que sirven como espejos y luego como cristal.  

Para ser honesta, yo supe desde el momento en que vagaba por el pasillo desierto de Marshalls que no necesitaba para nada el mueble.  Era bello.  Bueno, es bello, aclaración.  Sí, porque siempre lo hay o una versión de él en el mismo pasillo, pero con diferente precio.  La cosa fue que no sólo por falta de dinero no lo compré… también fue por la presencia de mi conciencia.  Y aclaro, también, no hay nada de malo en invertir dinero en embellecer nuestras vidas.  Lo que pasó fue que además de no tener la fuerza física como para arrastrar el mueble fuera de la tienda… y luego encontrar la fuerza de logística como para que apareciera de repente en mi apartamento…. tampoco tenía yo muy clara la razón de mi repentina necesidad de comprarlo.  Una examinación callada de mi tablillero de libros interior, o sea, de mi alma, me terminó revelando semanas después que a quien tenía que embellecer era a mis pensamientos y no tanto a esa esquina al lado de la nevera donde tengo en dos mesitas sencillas -una de madera y otra de cartón prensado- mis utensilios de cocina.

¿Y tú? ¿Ya embelleciste tus pensamientos hoy?



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Texto y Foto de YINQ©