2 de mayo de 2020

¿Sabes lo que pasa con esto de la pandemia?  Pasa que he llorado no como una Magdalena esta semana.  Más bien ha sido como un lloriquero tipo cascada del ángel, la cascada esa que creo que queda en América del Sur.  Estoy tan cansada que nisiquiera voy a hacer un search online para validar la información.  No sé nisiquiera si es una cascada o qué.  En fin, ¿tú crees en la señales?  Sé que es la pregunta más irrelevante ahora mismo.  Pero no sé.  ¿Me acompañas a desenredar esto?

A
cabo de colgar el teléfono luego de una larga conversación sobre las señales.  Es tan curioso el consejo ancestral que recibí: "no pidas señales de cosas obvias".  No pude evitar el silencio en honor a la humanidad que me habita.  Y es que pude ver tan claramente los recuerdos de momentos claves en mi vida en los que usaba la idea gastada de poner señales tan comunes como condiciones a todo lo posible Ejemplo: "si me llama esta persona hoy es por que está pensando en mí".  Es como un gran "duuuuuh, ¿no tienes una idea más original Yésica?"

Y es tan retante el poder salir de ese tipo de calles sin salidas con respecto a la avenida sin semáforos de las señales.  A ver.  Piensa tú.  ¿Recuerdas cuando fue la última vez en que propusiste una señal al cielo?  O, peor, ¿cuando le impusiste una señal a tu Dios?

Ahora, en mi caso, gracias al tiempo, me desvisto de ese tipo de señales.  Y al hacerlo, se abre tanto el mundo.  Es una forma rara de vivir.  Sabiendo que las señales realmente las elige uno, consigo cada día señales dispares a la vista de otros.  Y para mí misma es la disparidad, de estas señales que noto, la forma más real de reconocer lo que deseo o no para esta vida.

Normalmente escribo con un propósito pero hoy lo hago sin eso, sin un propósito externo definido.  Y con ello, la mejor señal de mi crecimiento como persona, como mujer, como gobierno propio: simplemente ser, sin expectativa de lo que puedo ser para alguien más, para tí que me lees, por ejemplo.

¿Y tú?
¿Qué señales te investas hoy?


Con amor,

YINQ©
 

Texto y Foto de Yésica Isabel Nieves