Lo más lindo de ayer fue pasar la yema de mi dedo índice por la geografía de la letra de mi abuela. En la contraportada de su libro de meditaciones diarias escribió, hace vidas atrás, el nombre de una de sus más preciadas amigas de la Iglesia. Acaricié el contorno de la letra en cursivo, como si al hacerlo estuviera realmente tocando el rostro de mi abuela, la mujer con el corazón más puro que he conocido de la mano de mamá.
Texto y Fotografías © YINQ