ni viceversa, por ejemplo

Descubro ya no la madurez descuajada sino más bien la certeza.  La certeza se siente tan bien.  Es como si fuera un apellido que me gusta.  Como una palabra cuya impresión sonora se me queda adentro en forma de eco y en forma de canción.  Certeza.  Certeza. Certeza.  Como un vals.  De lo que soy y no.  De lo que seré y no.  Y lo mejor es comprender al fin que la certeza no tiene por qué mirarse igual para nadie.  Que la mía no tiene por qué parecerse a la tuya ni viceversa, por ejemplo.  ¿Puede haber algo más bello que eso?  Es posible.  Pero en este aquí que me pertenece y en este ahora que me arropa la certeza sabe a café colombiano medium roasted, la certeza es un estante lleno de peonias rosas brillantes, la certeza es un taxi que me lleva al otro lado de la ciudad, un hogar que me acoje lleno de plantas verdes y lucesitas navideñas todo el año, una torre de libros a medio terminar, una lista de cosas pendientes que no acaba, un verano en Nueva York.

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YINQ©

 


Texto y Fotografías © YINQ