Encontré a Dios en Nueva York

Les voy a decir la verdad.  No es fácil encontrar a Dios.  Tampoco es fácil encontrarlo en Nueva York.  Me explico.  Dios está en todos lados.  Sin embargo, para mí, Dios vive en la Playa Caracas de la isla de Vieques.  Rodeado de monarcas rojas gigantes y arena adornada de algas color ambar.  Dios vive ahí, en otras palabras, en la naturaleza.  Entonces pasó que un tres de noviembre distribuí mi vida en dos maletas de cincuenta libras y un bolso carry on y me mudé a Nueva York.  Desde entonces se me hizo difícil encontrar a Dios entre tanto concreto, entre tanta gente.  Pero precisamente hoy, un cinco de abril, encontré a Dios.  Lo encontré, de hecho, aún con más color, en la naturaleza creada por el hombre entre Manhattan y Brooklyn.  Específicamente, en el viaje de ida en el tren J camino al trabajo.  Sí, lo encontré.  En la inteligencia del hombre que se hizo tan visible esta mañana.  Lo encontré en los andamios que nos conectan, en los barcos que llevan y traen los alimentos, en los edificios que llegan al cielo, en los obreros que los contruyen día a día, de todas las nacionalidades.  Lo encontré, sí, mientras volaba sobre el puente de Williamsburg y veía todas estas imágenes afuera y también las de adentro.  Lo encontré en la capacidad de mis compañeros de viaje que desafiaban a la gravedad dentro del vagón, en la inteligencia de seder sus asientos a los niños y ancianos, en la determinación colectiva de ir a trabajar por un presente mejor aún en medio de este frío que quema.  ¿Y saben?  Ahora ya son las doce y media y lo sigo encontrando.  Ahora mismo encuentro a Dios en el terrón de azúcar de Petisco en la esquina de la Jefferson y la Grand Street.  Lo encuentro en la delicada acción de la mesera de tomar una orden por teléfono y graparla en una bolsa de papel. Lo encuentro en el lenguaje que me permite comunicarme, lo encuentro en este papel blanco que me hace recordar tiempos felices.  En los árboles de primavera que veo desde la mesa de la esquina. En la libertad de comerme los tomates con tenedor en lugar de colocarlos dentro del bagel, como hacen todos.  Lo encuentro, en el sabor del Latte de tres dólares.  Qué sencillo, ¿no? Cinco meses y al fin poder decir: Encontré a Dios en Nueva York.  Dios está aquí.  ¿Y tú? ¿Dónde lo encontraste hoy?

Con amor,

 YINQ© 5 de abril de 2016 (Texto y Fotografía)